La literatura infantil ¿es cosa de mujeres?
(...) ¿Cosa de mujeres? ¿Cómo los chupetes anatómicos, las cacerolas engrasadas y el crochet? ¿Es posible que la misma fatalidad sexual que nos condena a ser las mejores en eso de rasquetear pisos, desodorizar inodoros, freír milanesas y, por qué no, destapar cañerías, nos vuelva especialmente aptas para la literatura infantil?
Siguiendo esta línea de pensamiento, nada tiene de extraño que, a quienes escribimos para chicos —mujeres o varones—, se nos ubique lejos de las escritoras y los escritores y cerca de las madres y las maestras. Madres y maestras —segundas madres— que trabajan por amor. Y trabajar por amor —ya se sabe— es casi como no trabajar.
Escribir para chicos ¿es casi como no escribir?
En el mejor de los casos se trataría de una tarea menor que, por lo oscura y descalificada, tiene algo de trabajo doméstico y un no sé qué de apostolado.
(...) Cuando alguien habla de la literatura infantil como "cosa de mujeres", obviamente no hay que entender "escrita por mujeres" sino "cosa sin valor, nada que importe".
Una triple desvalorización: la de la mujer escritora, la del chico que lee o al que le leen, la de la literatura infantil.
También podríamos decirlo así: "Las mujeres escriben mal. Los chicos no entienden mucho. Que las mujeres escriban, nomás, para los chicos".
Será por eso, por considerar la literatura infantil como un subgénero poco prestigioso, que muchos escritores y escritoras "para grandes" al mencionar sus obras olvidan nombrar las que escribieron para chicos.
Será por eso que los planes de estudio que incluyen como materia la literatura infantil son, en general, los relacionados con la docencia y no los que tienen que ver con la literatura.
Pero: ¿qué concepto de la literatura infantil hay detrás de este tipo de consideraciones?
¿Una serie de textos didácticos con mensaje y moraleja?
¿Un desfile de personajes sin encarnadura a los que nunca les pasa nada que valga la pena?
¿Un conjunto de historias dulzonas de inevitable final feliz, con nenas, mujeres y ancianitas siempre dispuestas a vivir en borrador?
La literatura infantil es otra cosa. Porque la literatura es otra cosa.
La verdadera literatura, incluyendo la que elige al chico como su mejor interlocutor, huye de los caminos transitados, de los refugios protectores, de las mesas servidas junto al fuego.
La verdadera literatura gusta en cambio perderse, con los ojos abiertos y en completa soledad, por bosques profundos y tenebrosos. Y no teme encontrarse ni con lo maravilloso ni con lo abominable. Y se niega a reconocer los signos que le marquen la vuelta a casa.
Porque la literatura, siempre, es un salto al vacío.
Y esto ocurre cada vez: se trate de un general perdido en su laberinto, de una tortuga enamorada que vive en Pehuajó, de los sueños de un viejo sapo, de un monigote en la arena.
Porque la literatura infantil no es "cosa de mujeres".
La literatura, toda la literatura, incluida la llamada infantil, es cosa de escritores y escritoras.
Graciela Cabal
Extraído del libro Mujercitas ¿eran las de antes? y otros escritos.
Buenos Aires, Sudamericana, 1998. Colección La llave.
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