miércoles, 5 de agosto de 2015

YO QUIERO SER JOSEFINA

Este post está inspirado en el cuento de Iris Rivera, que figura más abajo. Si no lo has leído aún, convendría que lo leyeras antes que esto.

Cuando leí La llave de Josefina, de Iris Rivera, supe que yo ya era Josefina. Que cada vez que leía la historia lo era, y que lo era leyendo otras historias, pero sobre todo era Josefina cuando escribía.
Este hermoso cuento nos dice con brevedad y maestría cuál es la tarea del escritor.
¿Qué hacemos cuando queremos contar una historia sino abrir y ver qué hay?
Luego elegimos, vemos qué queremos, qué podemos, por qué una cosa y no otra, y cómo lo haremos.
Qué linda manía tiene esta nena de ir abriendo todo lo que encuentra y después contarnos qué ve, qué siente, qué descubre.
De entrada nos habla de la paciencia el texto.
Hay gente que no tiene paciencia para leer historias.
Hay gente que en esta parte ya se aburrió y prendió la tele.
Porque este texto también nos habla de la lectura. De una propuesta de lectura. Una propuesta que incluye el saber esperar, la idea de un tiempo en el que algo ocurrirá. Y el texto como la ruta para llegar hasta ahí.
Y principalmente que no existe una escritura sin una lectura, no hay posibilidad de contar nada sin leer.

LA LLAVE DE JOSEFINA

Hay gente que no tiene paciencia para leer historias.
Acá se cuenta que Josefina iba caminando y encontró una llave. Una llave sin dueño.
Josefina la levantó y siguió andando.
Seis pasos más allá encontró un árbol. Con la llave abrió la puerta del árbol y entró. Vio cómo subía la savia hasta las ramas y subió con la savia.
Y llegó a una hoja y a una flor. Se asomó a la orilla de un pétalo, vio venir a una abeja y la vio aterrizar.
Con la llave, Josefina abrió la puerta de la abeja y entró.
La oyó zumbar desde adentro, conoció el sabor del néctar y el peso del polen.
Y voló hasta un panal.