Dicen que tenemos que mantener nuestras pautas y nuestros valores vivos.
Pero ¿cómo voy a poder yo, si sólo los conservaba por ti? Todo era por ti. Amaba la vida únicamente porque tú la hacías perfecta; y ahora ya no queda nadie con quien contarse chistes o hablar de Racine y de Molière, de planes, de trabajo y de la gente.
Soñé otra vez contigo la otra noche. Y cuando me desperté fue como si
acabaras de morir. Cada día lo encuentro más difícil de soportar, ¿para qué vivir ahora? Echo un vistazo a nuestros libros preferidos e
intento leerlos, pero sin ti no me dan ningún placer. Me acuerdo sólo de las noches en las que tú me los leías en vos alta, y entonces lloro.
almacenado todo nuestro trigo en un
granero para hacer pan y cerveza el resto de nuestras vidas, y el granero hubiese ardido hasta los cimientos , y nosotros contempláramos las ruinas carbonizadas, de pie, una mañana de invierno. Pues en esta habitación estaba la cosecha de nuestra vida juntos.
Toda nuestra felicidad estaba sobre ese fuego y con esos libros. Con Voltaire bendiciéndonos, la mano alzada sobre el muro…
Es imposible concebir que nunca más me sentaré contigo y escucharé tu risa. Que cada día del resto de mi vida tú no estarás.
Toda nuestra felicidad estaba sobre ese fuego y con esos libros. Con Voltaire bendiciéndonos, la mano alzada sobre el muro…
Dora Carrington
(Los Diarios, 12-17 de febrero de 1932, traducción de Vincenc DeTuset)
LA COSECHA DE UNA VIDA JUNTOS
Hace muchos años vi la película Carrington (1995). Dora Carrington fue una pintora contemporánea a Virginia Woolf. La película, además de gustarme mucho, me conmovió profundamente.
Dora había participado de las reuniones del grupo de Bloomsbury, junto a Virginia Woolf y su hermana Vanessa (de quien era amiga), y fue allí donde conoció a Lytton Strachey.
Christopher Hampton es el director, quien también escribió el guión. Dramaturgo, y de los buenos, se nota en el armado perfecto de la narración de esta bella película. Además de la ambientación, exacta, perfecta, de las actuaciones impecables de Emma Thompson y Jonathan Pryce en los roles protagónicos, de una música bellísima, la película logra transmitir la atmósfera de aquellos días, la intensidad de esta particular historia de amor, el sentimiento de sus protagonistas. Por lo que se puede investigar de sus biografías el filme sigue fielmente el orden de los sucesos.
Es altamente recomendable para aquellos que nos interesa la literatura, el arte, la época y especialmente la gente que formaba parte de este Círculo de Bloombsbury. Elitistas sí, pero también pacifistas, interesados en cambiar algo del orden establecido, especialmente en vivir sus vidas de manera diferente, de buscar nuevos modos de vincularse y de expresarse tanto en el arte, como en la filosofía, la ciencia. Siento que de alguna manera se jugaron, que había no sé si una coherencia, pero sí un sentido entre su vida y su obra, entre lo quepensaban y lo que llevaban a cabo, en el enroque que se formaba entre la vida y la obra.Y creo que marcaron un antes y un después, especialmente en la literatura.
Esta extraña pareja, formada por una joven de conducta poco convencional y un homosexual, se amó profundamente, y tuvieron una vida juntos. Cuando murió Lytton, en 1932, sorprendido por un cáncer de estómago que no le dio tiempo a nada, Dora no encontró consuelo y se suicidó dos meses después.
Al leer estas palabras que le escribe se nota el estado de melancolía absoluta en que se encuentra, podríamos decir, anulada por completo sin su objeto de amor. No encuentra sentido a su vida, a la lectura, a todo eso que le quedó de la vida que habían compartido. Sin la presencia de su objeto de amor, sin la presencia real, ella no puede continuar y termina con su vida. Romanticismo puro.
Dora era pintora, pero nunca su pintura llegó a causarla de tal manera que le permitiera seguir viviendo. Parece que pintaba como una especie de compulsión que no podía evitar. Y tanto pintaba una taza, un mueble, una pared, una hoja de papel, lo que encontrara y con un frenesí que paradójicamente no lograba calmar ninguna ansiedad, ningún deseo .A veces ni siquiera firmaba sus cuadros, y en vida expuso una sola vez. Fue luego de su muerte, pero varios años después, que la crítica comenzó a encontrar interesante su obra, a ver influencias de pintores como Gauguin, Cezanne y Matisse. Pintaba porque no podía dejar de hacerlo.
Algo parecido pasaba con su deseo sexual, al parecer. Dora tuvo muchos amores, o amantes, o romances, o encuentros sexuales tanto con hombres como con mujeres. Todos se enamoraban de ella, tal vez de sus rarezas. De ese vestirse a veces de manera masculina, de esa manera de relacionarse. Pero a pesar de haber tenido romances muy apasionados, con Gerald Brenan por ejemplo, mientras estaba casada con Ralph Partridge, cuando vivía con Lytton (vivieron los tres juntos, porque Lytton estaba también enamorado de Ralph), lo único que le dio sentido a su existencia fue enamorarse de Lytton, comprar una casa medio destruida, arreglarla e irse a vivir con él.
Por su parte Lytton, hijo de aristócratas (su padre era sir Richard Strachey, teniente general del ejército colonial y Jane María Grant, una activa sufragista), egresado de Cambridge (había sido miembro del grupo de los Apóstoles, una sociedad secreta de la élite intelectual de la universidad), luego miembro del círculo de Bloomsbury, se especializó en literatura francesa, escribió biografías (tal vez la más importante sea la de la Reina Victoria), y ensayos sobre homosexualidad (inéditos mientras vivió), y crítica literaria en sus artículos en The spectator. Pacifista, declarado inútil para el servicio militar cuando estalló la primera guerra mundial. En sus biografías usaba la sátira y la ironía para denunciar la moral hipócrita y las conductas intolerantes de la Inglaterra victoriana. Miembro del grupo de Bloomsbury, amigo de Leonard Woolf, de hecho, su hermano James era el traductor de Freud y la obra de Freud se publicó en la imprenta de Leonard.
Tal vez su vida fue una protesta a toda esa herencia cultural y moral, una reacción a tanto convencionalismo hueco. Y lo mismo la de Dora.
Me gusta pensar, y así lo transmite muy bien la película, que Lytton y Dora se quisieron mucho, que su historia fue auténtica, que les debe haber sido muy difícil sortear todos los convencionalismos y que no habrá sido sin consecuencias su unión. Pero que era verdadero e insoslayable, y se atrevieron, y lo hicieron. Que el amor, no tiene que ver con el género al que uno pertenezca, que va más allá mucho más allá, de lo genético, de lo biológico, y de lo físico. Que es un sentimiento tan extraño y particular, hecho de tantos entrecruzamientos, que es distinto cada vez y para cada quien. Y en el caso de ellos dos, fue intenso, verdadero, sólido.
Me imagino el sufrimiento de Dora, puedo leerlo en estas pocas pero tan sentidas palabras. El último acto, ese que terminó con su vida, parece ser el sello, el único posible para esta historia. El suicidio deja como sin palabras, como un silencio que hace daño, y siempre muchas preguntas. Pero también quedó la obra de los dos, las fotos, los textos, las películas, los libros. Una época hermosa para investigar y conocer.
Patricia Saccomano
Pintura realizada por Dora Carrington de la casa donde vivieron y murieron ella y Lytton Strachey.
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