viernes, 7 de agosto de 2015

UN CUENTO DE AVANZADA

UN CUENTO SOBRE UN CUENTO Y SU AUTORA
NOTA SOBRE LA AUTORA: Lee Ann Braderhurst, que nació en Filadelfia en 1901, fue una mujer demasiado adelantada para su época. Amó a Roderick Gaynes, 15 mayor que ella, desde que tenía 14 años. Tras un largo y tormentoso romance, se casaron al cumplir ella 15 años. Su matrimonio duró poco, apenas 24 años. Cuando se divorciaron, él se fue a vivir con su papá, y ella marchó al frente como Corresponsal de guerra para un importante periódico neoyorkino. Desde el frente escribió crónicas inolvidables, con un innegable toque femenino que seducía a sus lectores, quienes se contaban por millares. A partir de esa época, escribió también cuentos, novelas, ensayos, y un drama en 28 actos, el cual, incomprensiblemente, ningún empresario quiso montar nunca. Murió muy joven, a los 42 años, víctima de una violenta cirrosis hepática, que contrajo a causa de su inamovible costumbre de beber varios litros de leche con cacao y crema, por día.
Reproducimos aquí uno de los cuentos que integran un libro recientemente publicado y en el que se trasluce su indiscutible estilo cáustico, melindroso, y, por momentos , groseramente sutil.


EL DESEO

Eileen y yo hemos hablado mucho de este tema. Lo hemos conversado hasta quedar exhaustas. Ambas deseamos intensamente hacerlo. Cada vez que pensamos en ello, una especie de escalofrío nos recorre la médula y nos cosquillea en la piel. Pero siempre hay una mano invisible que nos detiene en el momento justo, y nos quedamos en el umbral.


Sabemos lo que la gente piensa, esa gente que se considera la dueña de la verdad, del honor, de la decencia. Pero esa gente no nos importa ni su censura nos afecta. La traba está dentro de nosotras, fruto maldito e inevitable de represiones incorporadas a través de generaciones, como una coraza de hierro que nos atenaza los sentimientos y las sensaciones.

Ambas sabemos que alguna vez lo haremos. Pero todavía no. Quién sabe sea mañana, tal vez en dos semanas, a lo mejor dentro de un mes. Pero el momento llegará y Eileen y yo cruzaremos ese umbral, con el corazón batiendo desordenadamente, y ya nada podrá impedirnos que juguemos al billar en el bar de Lou Chapman.


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