miércoles, 27 de enero de 2016

HACER UN LIBRO O UN RELATO INOLVIDABLE


En marzo de 1917 Leonard y Virginia compraron una pequeña

imprenta manual. Este acontecimiento fue definitivo en sus vidas

porque les permitió comenzar a imprimir y apasionarse en esta tarea,

que dio lugar a la formación de The Hogarth Press, donde editarían

textos propios, de sus amigos y de personalidades como el mismo

Sigmund Freud, Lytton Strachey y tantos otros.

Respecto a la tarea de imprimir Virginia escribió en una carta a

Margaret Llewelyn Davies:

No podemos parar, y veo que el imprimir puede llegar a absorberte

la vida por completo”. “Tras dos horas de trabajo en la prensa,

Leonard exhaló un terrible suspiro y dijo: ‘Ojalá nunca hubiésemos

comprado este maldito artefacto’. Para mi alivio, aunque no para mi

sorpresa, añadió: ‘Porque nunca volveré a hacer ninguna otra cosa’.

No puedes imaginarte, lo excitante, ennoblecedor y satisfactorio que

es”.
Lo primero que publicaron fue un pequeño libro con textos de Virginia

y Leonard, Two Stories, contenía el relato “Three Jews” (Tres judíos)

de Leonard Woolf y “The Mark on the Wall” (La marca en la pared),

de Virginia Woolf.

Lo unimos cosiéndolo a tapas de papel. Nos tomó bastante trabajo

conseguir un tipo de papel japonés alegre y original para las

cubiertas. Durante varios años nos tomamos mucho tiempo y

molestias en buscar papel hermoso y poco común, a veces alegre,

para nuestros libros, y como primeros editores en hacer esto, creo

que comenzamos una moda que siguieron muchos de los viejos

editores ya establecidos”

Este modo de editar sus propios libros le permitió a Virginia participar

de todo el proceso creativo, donde muchas veces incluyó a su

hermana, Vanessa Bell, que con sus grabados, dibujos y pinturas,

ilustraba las tapas.

Aunque en este caso, la cubierta fue diseñada por Dora Carrington.

La marca en la pared, es un relato que recuerdo bien. Lo leí por

primera vez hace muchos años, de la edición Relatos Completos,

Virginia Woolf, Alianza Literatura, un hermoso libro que me compré

después de buscarlo bastante, en ese momento estaba agotado.

Es de esos libros que atesoro, que tengo en la biblioteca cerca de mi

cama, para poder leerlo y volver a leer cuando quiero.

Lo primero que me llamó la atención del relato es la posibilidad de

pensar libre y azarosamente a partir de un disparador, en este caso,

una marca en la pared, que el narrador es que no se sabe qué es, un

punto negro que al contemplarlo evoca una serie de pensamientos,

lo que se ha llamado el fluir o devenir de la conciencia. Algo que

todos hemos hecho alguna vez, tirados en un cuarto, una tarde de

calor donde se hizo imposible la siesta, o una noche de insomnio con

el velador encendido y las sombras acechando. Por lo menos para mí

era una experiencia conocida.

Se intuye que algo se propone la autora, alterar en principio, aquello

de contar una historia, con un propósito, un conflicto. Al parecer,

comienza a no importarle tanto qué contar sino cómo contarlo.

Dejarse llevar por las palabras, sin saber claramente adónde se va.

De hecho, queda claro al terminar el relato, que al personaje no le

importa el origen de la marca, aunque en un principio pareciera que

sí, porque decide permanecer pensando, pensándose podríamos

decir, y postergar el descubrimiento que se devela al final pero que

no es importante en sí mismo.

En la introducción a los Relatos completos, que cité antes, Susan Dick

dice: “Con ‘La marca en la pared’ Woolf inicia una nueva e importante

etapa en su trayectoria literaria. Escribió este relato en 1917,

mientras terminaba su segunda novela, Noche y día (1919) (….)

‘Nunca olvidaré, le dice a Ethel Smith, ‘el día en que escribí La marca

en la pared…de un tirón, como flotando, tras meses de esfuerzo

agotador’.

Les recomiendo leer el relato, a quienes no lo conozcan, por supuesto.

Estas breves reflexiones se van encadenando en mí, gracias a la

lectura de Virginia Woolf, La vida por escrito, de Irene Chikiar Bauer.
                                                                                                                       


  Patricia Saccomano 



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