viernes, 17 de julio de 2015

Vuelo nocturno

Anoche mi cama, salió volando por la ventana.
Sólo atiné a taparme bien con la frazada porque hacía frío, y me acomodé, con esa felicidad acurrucada, de costado, con las piernas un poco flexionadas, calentita y sin que me importe nada, nada de nada.
La cama flotaba por el aire.
Era sábado y mi hija mayor dormía conmigo, su hermana se había ido a lo de una amiga y quedamos solas en la casa. No alcanzaban las estufas, las frazadas, los escarpines de lana y teníamos un pretexto para dormir juntas, como cuando ella era chiquita, como cuando está enferma, como cada vez que encontramos un buen pretexto para meternos juntitas en la cama grande. La cama de mamá, con olor a mamá, como dicen ellas. No sé a qué olor se refieren, pero las dos coinciden cuando acercan a sus narices chalinas, pañuelos y cualquier ropa mía. Aspiran con fruición, suspiran, sonríen, se miran y concluyen: olor a mamá.
Sé que anoche la cama salió volando porque desperté justo cuando aterrizaba en su lugar, un momento después de que la ventana se cerrara sola, con traba de falleba y todo, de un modo suave, como si el piso del cuarto estuviera tapizado en algodón. Y volvimos a respirar el aire cálido del cuarto, con la estufa encendida. Entonces me desperté, comprobé que mi hija dormía plácida y ajena a cualquier aterrizaje, a mi lado, con su cara adolescente bien apoyada en la almohada.
Viajamos juntas, hasta muy lejos, y volvimos.
Ella no lo sabe, pero el viaje está en ella y tal vez, algún día, lo recuerde.
Del viaje puedo decir que era necesario. Es bueno salir con una hija sola cuando la otra se fue. Es una oportunidad de ser exclusivamente la madre de una y dejar, aunque sea por un rato, de administrar justicia, de partir todo por exactamente dos mitades para que ninguna sienta que ha recibido menos que la otra. Un trabajo agotador por cierto, e inútil, porque siempre habrá quejas con más o menos fundamento.
Nos quedamos solas y nos fuimos, la cama nos sacó fuera de la casa, nos llevó a otros mundos. El azar decidió elegir a mi hija mayor, los mayores tienen prioridad en algunas cosas, y así le allanan el camino a los que siguen.
La cama atravesó el mar, muy desde lo alto, y las dos, dormidas, sentimos el aire puro y el cielo más cerca. El oxígeno llenó nuestros pulmones, y el pelo se nos volaba por encima de las nubes, dos manchas marrones, enmarañadas, de pelos volando. Mi hija sonreía dormida, igual que hacía de bebé, pero ahora con sus rasgos definidos, una cara de la mujer que va a ser dentro de poco. Una mujer de contextura pequeña, muy armoniosa y de curvas marcadas. Con un pelo más claro que el mío y una piel demasiado blanca para ser mi hija. Sólo veía su cara mientras cruzábamos el océano, volando por entre el cielo oscuro de esta noche fría. No había luna, pero la luz de las estrellas me dejaba verla. Y al ver a mi hija, me vi más grande, con el ceño marcado ya irremediablemente, con algunas arrugas al costado de los ojos, con más pecas y menos pestañas.
Dimos vueltas por un lugar repleto de plantas, de grandes árboles, olor a hojas verdes y a tierra mojada por el rocío de la noche. Un lugar como un jardín enorme, pariente de alguna selva sin animales. Un oasis, eso, un oasis en medio del sueño. Después, pasamos por una playa, y allí todo fue ruido de oleaje rompiendo contra las piedras, y olor a yodo y a sal. Mi hija se asustó un poco, dormida, se tapó la cara con las sábanas. Yo la destapé, despacio para que no despierte, y expuse su carita joven al viento marino, a esa noche de playa que hace tanto no vivimos juntas. Ella aceptó, seria y con los ojos apretados, pero luego acaricié su cabeza, y el olor del mar finalmente la sedujo, ella aspiró una bocanada profunda y siguió durmiendo, tranquila.
Cuando volvimos, miré el reloj y eran las ocho menos veinte de la mañana.
Ya no viajaríamos más, esas cosas sólo suceden de noche y había amanecido. Quise dejar la cama. Mi hija abrió los ojos y me preguntó qué hacía, le dije que me levantaba, ella respondió: bueno, yo sigo volando.
Patricia Saccomano

2 comentarios :

  1. Me gustaron las sensaciones que escribiste. Pienso que podría soñarlas despierta. Gracias por compartir estos escritos.
    Fernanda

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    1. Qué lindo enterarse lo que sienten y piensan los lectores y amigos. Gracias a vos por leerme. Te quiero mucho

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