miércoles, 5 de agosto de 2015

YO QUIERO SER JOSEFINA

Este post está inspirado en el cuento de Iris Rivera, que figura más abajo. Si no lo has leído aún, convendría que lo leyeras antes que esto.

Cuando leí La llave de Josefina, de Iris Rivera, supe que yo ya era Josefina. Que cada vez que leía la historia lo era, y que lo era leyendo otras historias, pero sobre todo era Josefina cuando escribía.
Este hermoso cuento nos dice con brevedad y maestría cuál es la tarea del escritor.
¿Qué hacemos cuando queremos contar una historia sino abrir y ver qué hay?
Luego elegimos, vemos qué queremos, qué podemos, por qué una cosa y no otra, y cómo lo haremos.
Qué linda manía tiene esta nena de ir abriendo todo lo que encuentra y después contarnos qué ve, qué siente, qué descubre.
De entrada nos habla de la paciencia el texto.
Hay gente que no tiene paciencia para leer historias.
Hay gente que en esta parte ya se aburrió y prendió la tele.
Porque este texto también nos habla de la lectura. De una propuesta de lectura. Una propuesta que incluye el saber esperar, la idea de un tiempo en el que algo ocurrirá. Y el texto como la ruta para llegar hasta ahí.
Y principalmente que no existe una escritura sin una lectura, no hay posibilidad de contar nada sin leer.

Los niños se impacientan cuando les contamos cuentos.
Sobre todo si son pequeños.
Yo quiero la parte del lobo. ¿Y cuándo viene el hada madrina? etc, etc.
Es todo un ejercicio de la paciencia hacer el caminito hasta la parte deseada. Igual nos pasa a los grandes, con la literatura y con la vida.
Cuando yo estudiaba teatro, el profesor nos decía algo que citaba de Stanislavski: “no hay que comerse el pavo de un solo bocado”. Nunca me olvidé de esa frase que en mi adolescencia no tenía mucho sentido, especialmente porque el pavo lo asociaba a los días de acción de gracias en las películas yanquis. De a poco fui entendiendo.
Cuando comencé a escribir, también me di cuenta de que uno tenía que ir contando en pequeñas dosis, creando climas y sensaciones para agarrarlo al lector desde la primera oración y que no se suelte, que no se aburra y
se vaya a prender la tele.
Cuando leemos, pasa algo así. Hay muchas clases de lectores, los que leen como corriendo una carrera para llegar al final, salteándose las descripciones por ejemplo, porque le hacen perder el tiempo (¡juro que lo escuché!). Claro que hay casos y casos. Cuando uno está en ascuas con Anna Karenina para saber qué va a pasar con el conde Vronsky, y Tolstoi nos detiene contándonos las peripecias de los mujiks, la verdad que yo me ponía un poco nerviosa y andaba contando cuántas hojas me faltaban de campesinado ruso para llegar a la parte del beso, de que la descubriera el marido, en fin, lo verdaderamente importante.
Hay quienes leen la última parte, la última palabra. En fin, hay de todo.
Pero Josefina es muy generosa y contundente con sus descubrimientos como para que no tengamos paciencia y salgamos corriendo a prender la tele. Y tan generosa es, que no le basta con ir abriendo todo lo que ella encuentra, sino que siente necesidad de darnos algo para que nosotros podamos ir abriendo lo nuestro. Y se pone a hacer una llave. Yo la tengo acá a mi llave. Me la regaló Josefina, me la regaló Iris. Es la que uso para contar y para leer. No está gastada, ni vieja, y eso que la tengo hace muchos años. A veces tengo que ir al cerrajero a darle unos retoques, o ponerle un poco de aceite porque puede pasar tiempo en que no abra nada. Pero cuando se pone a abrir, no la puedo detener. Qué hermosa manera encuentra Iris para hablar de cosas tan simples como profundas. Cuánta claridad para transmitirnos lo que quiere decir. Cuánto disfruto de sus textos.
No sean tímidos, tomen la llave que nos da Josefina y empiecen a abrir, a ver qué hay.

                                                                                          Patricia Saccomano

2 comentarios :

  1. Dice Josefina que muchas gracias por ayudarla a entregar esta llave.
    A medida que el cuento circula, Josefina se da cuenta de que hay mucha gente
    de todas las edades que ya tenía la llave antes de que a ella se le diera por regalarla.
    Y se pone contenta... porque dice que quien tenga la llave, ya se puede poner
    a hacer copias para seguir repartiendo.

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  2. Esa es la maravilla de tu cuento Iris, lo que despierta en los otros, la posibilidad de leer y de escribir, y de lo que sea, porque en realidad lo pienso como metáfora de crear. Sos una grande. Un abrazo

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