Hay
una imagen de mi infancia que persiste:
una torre de cuentitos. No
sé
por qué, pero así los guardábamos, y
cuando la torre
era de mi
tamaño,
hacíamos otra. Supongo que no habría lugar en mi casa para
guardar
mis cuentitos,
o yo no tendría una biblioteca. O quizá mi
madre
los
ponía de ese modo para que los tuviera más a mano.
Me
veo a mí misma con cuatro
años explorando esa torre-biblioteca,
sacando,
poniendo y volviendo a sacar. Sin saber leer, ya sabiendo
de
memoria, aprendiendo las letras, muriéndome por saber.
Más
tarde el modular, ese mueble con varias funciones, entre otras:
biblioteca.
Un sector que ,de entrada, ya era chico.
Diccionarios, la Biblia, una colección de Historia Argentina, libros de escuela de mi
hermana.
El Diccionario, que ahora está en una de mis bibliotecas,
eran
cuatro gordos tomos cosidos, tapa verde, Sopena: el libro donde se
escondían
todas las palabras. Bastaba buscar una y ahí se abría un
mundo
de significados, y de enigmas también; a veces, una palabra
me
era explicada con palabras desconocidas , y vuelta a empezar.
Tenía
la sensación de que la cosa no terminaba nunca.
Un
verano, tendría yo unos doce años (ya viajaba en
colectivo),
pasamos con mi mamá por una Biblioteca Pública, a media cuadra de
Avenida
de La Plata, cerca de mi casa. Le pregunté a mi mamá qué
era,
ella me explicó, y dijo que podía hacerme socia si quería. Y
quise.
Los
veranos eran momentos difíciles para mí, sin escuela. Ni el club ni
la
vereda con los chicos de la cuadra me entusiasmaban mucho.
Era
la Biblioteca Miguel Cané, donde había trabajado Borges, claro
que
en esa época yo no sabía siquiera quién era Borges.
Todo
ese verano fui. Sacaba libros para llevarme a casa, pero me gustaba
mucho
leer
ahí.
¿Qué
leí? Ni siquiera lo recuerdo. Pero no puedo olvidar la atmósfera
en
la que me sumergía: otro tiempo, otro mundo. Al principio mis
lecturas
eran anárquicas, caprichosas, absurdas. A veces los libros
que
me tentaban eran aquellos que antes habían estado en manos de
mi
hermana, de los cuales no entendía casi nada. Otras, no sé, un
título,
mis manos metiéndose en los ficheros, fichas escritas a
máquina.
Un nombre o un título se me atrincheraba en la cabeza,
entonces
pedía el libro, ajena a toda otra cuestión.
La
lectura se me fue haciendo un asunto insoslayable, algo que
formaba
parte de mi vida de una u otra manera.
Siendo
muy joven trabajé como secretaria de un cardiólogo, donde recibía
revistas
extranjeras y tenía todo archivado y catalogado como en una
biblioteca.
Parte de mi trabajo consistía en fichar las revistas
recibidas.
Había algo concreto y excitante en la tarea, algo que me
remitía
a una zona añorada, en otro tiempo y otro mundo.
Hace
unos días la revista Ñ publicó un artículo de Alberto Manguel,
nuevo
director de nuestra Biblioteca Nacional.
Me
interesó todo el artículo, pero leí primero dos copetes a modo de
síntesis
o extracto del texto:
“Una
biblioteca es, por sobre todo, repositorio de nuestra propia
historia,
la crónica de lo que nos hace y define”
Y
“Hay
en la lectura demorada, en la curiosidad sin prisa, algo que no
puede
reemplazarse con mera eficiencia electrónica”
Estas
dos frases son las que me llevaron a escribir esto, y a retomar
el
blog, que por una cosa o por otra, quedó mudo desde hace un
tiempo.
Retomar
la palabra desde la lectura, revivir la biblioteca.
La
biblioteca, las bibliotecas. Las bibliotecas de mi vida. Mis
bibliotecas.
En
casa, hay libros en mi cuarto, en la cocina (los de cocina), en el
pasillo
distribuidor (que sería mi pequeña biblioteca), en el living, en
los
cuartos de nuestras hijas. No los hay en el baño por falta de
espacio.
Aunque
suelo dejar alguno en un armario cuando lo que estoy
leyendo
no me da tregua.
Hace
poco uso Facebook, porque antes no quería, me negaba. No puedo decir
que
desde que lo tengo soy más feliz: tal vez estoy más informada, a
veces
de sandeces que no me interesan nada, pero otras de
cuestiones
que tocan mis intereses. Qué dicen editores, escritores,
blogs,
etc, etc. De alguna manera así nació la idea de nuestro blog.
Leyendo
otros. Queriendo tener un espacio propio donde poner
nuestras
palabras.
Hay
una historia personal que se va trazando con los libros leídos, los
no
leídos, los prestados, los robados, los que no devolvimos, aquellos
que
no nos devolvieron, los subrayados, los sobrevivientes de un
divorcio,
los agregados con otra convivencia. Algunos se van
poniendo
amarillos al ritmo de nuestras canas. Otros se pierden en el
camino.
Otros llegan, se acumulan en la mesa de noche, en la repisa
ubicada
muy cerca de la cama, para tenerlos con sólo estirar la
mano.
Hay
libros de niños que van heredando mis hijas, y yo tengo el
privilegio
de revivir con ellas reacciones, preguntas, asombros
nuevos,
reflexiones personales de mi pequeña lectora actual.
No
hay placer comparable al de entrar en un libro. Quiero decir, cuando
el
libro nos agarró y no nos soltará hasta el final. No hay nada en la
vida
que se le parezca. No hay nada más privado, solitario, propio,
que
la lectura. En ese tiempo demorado entre dar vuelta una hoja y
volver
a la anterior para paladear un párrafo, un adjetivo, una
metáfora.
La
tecnología es maravillosa y nos hace saltar de un lado a otro, con
tanta
prisa, con tanta eficacia... Pero es otra cosa, ni mejor ni peor:
otra
cosa.
Siempre
estuve muy bien acompañada por los libros, las bibliotecas
y
las bibliotecas públicas a las que tuve acceso. Pude presentar mi
libro
de cuentos, de forma totalmente gratuita, en la Biblioteca
Nacional,
sin ser conocida ni consagrada. Ojalá el nuevo director
conserve
en su gestión actitudes como esta que destacaron el trabajo
llevado
a cabo por Horacio González.
Patricia Saccomano
Felicidades Patricia. Por darte este enorme gusto de escribir, contar y comunicar. Algo mágico en las personas. Espero un día, previo orden y relecturas, poder compartir contigo algunas páginas escritas, con el ánimo de rescatar del olvido algunas vivencias y sensaciones. Felicidades de nuevo.
ResponderEliminarFelicidades Patricia. Imagino el placer interior por el gusto que podes darte de escribir, contar y describir ese mundo que ves con los demás. Porque escribir es compartir sensaciones y emociones. Algo muy bueno de hacer. Como te dije un día espero poder ordenar algunas historias escritas y todavía relegadas. Felicidades de nuevo por el Blog! Desde Asunción. Delfi
ResponderEliminarGRacias Delfi!!!!!!!!!! sí, es un placer escribir, siempre. Y que te lean los amigos
ResponderEliminarbeso grande!
Hola Patricia, Hola Silvia..Las felicito primero por el blog!! Luego por transmitir a otros vivencias, fantasias, ilusiones, etc...y generar el interes y placer por la lectura..
ResponderEliminarNo es tarea por cierto sencilla el "transmitir y llegar al otro".
Ustedes lo logran! Abrazo a ambas!
Qué bueno Nora! primero que te den ganas de leernos y las cosas lindas que nos decís. Escribimos por muchos motivos, pero no hay dudas de que todos queremos llegar al otro. Qué suerte también que vos llegaste al blog y te interesaste. Gracias!
ResponderEliminar