lunes, 8 de febrero de 2016

TRÁMITES

Cómo odio hacer trámites. Pero una vez que empiezo, tengo que terminar. Resulta que para todo hay que hacer un trámite, llenar un formulario, tener la fotocopia del original, sacar un certificado, con firma y sello y membrete y el escribano y la tía y la abuelita.
Hay cosas que me dan envidia, entre otras, la gente que con total naturalidad, suerte, sincronización de planetas, no sé cómo, hace fácilmente todo tipo de trámites.
No es mi caso. Y antes era peor. Una atmósfera como de cielo tormentoso me envuelve cuando tengo que sí o sí hacer un trámite. Ordeno y guardo papeles en cajas, en folios, en bolsitas, en sobres papel madera con etiquetas orientadoras, pero pierdo, traspapelo, olvido y jamás encuentro lo que necesito en el momento en que lo necesito.
Pienso que padezco una discapacidad para tal tarea. Que hay una zona de mi cerebro donde existe un desierto en donde debería haber las herramientas para realizar los trámites. Hasta la más simple compra en el supermercado se me complica, no es raro que me ubique en la cola donde una persona fastidiosa y con todo el tiempo del mundo reclama –propaganda en mano- una promoción publicitada para el día de la fecha (dos por uno o el segundo a mitad de precio), que se lo cobraron mal, hay que pasarle de nuevo todos los productos, o volver a empezar. O, cuando llega mi turno, se acaba el rollo de la impresora, la cajera es nueva y no sabe colocarlo, entonces debe llamar a una compañera que le grita desde la otra punta las instrucciones con pachorra de salteña recién levantada de la siesta. O, el señor que está justo delante de mí se olvidó la levadura y la va a buscar y tarda 15 minutos en encontrarla. O, mucho peor, como me pasó una vez, que me facturaron todo dos veces y como había pagado con tarjeta de crédito tuve que llamar a la compañía de la tarjeta, pagar todo doble, esperar no sé cuánto tiempo para que lo anularan y me lo devolvieran en un futuro resumen, cuya inflación se había comido parte de mi reintegro. Una compra grande era porque nos íbamos de vacaciones y yo quería ir equipada.

Suelo tener las mayores desgracias en materia de trámites. Y yo creo, mejor dicho, estoy segura de que es un problema genético, heredado de mi madre.

Cuando éramos chicas, mi hermana y yo íbamos a inglés particular, para conseguir un trabajo mejor pago supuestamente. Ni mi hermana ni yo somos gerente de coca cola, pero bueno, ella usa el inglés más que yo. Lo mío se reduce a entender a Robert De Niro a pesar del doblaje incierto. Para eso, debíamos pagar la famosa matrícula, que costaba mucho dinero, dinero que mi madre ahorraba peso sobre peso, por lo cual, guardaba con celo los recibos correspondientes, sin los cuales, adivinaron, no se podía dar el examen. Unos días antes del examen, a mí ya me daba como un aura fatídico, que no tenía que ver con los nervios del examen sino con la certeza de que mi madre no encontraría los certificados, con que más vale que no le dijéramos nada a mi padre (durante mi infancia el padre era algo así como el lobo de caperucita roja, vas a ver cuando venga tu padre!), y todo se me tornaba peor que siempre, que ya era bastante.

A ultimísimo momento, es cierto, mi madre era iluminada por el hada azul, la de los dientes, la de Cenicienta, o quién sabe qué hada, y como una revelación decía, ya casi con las últimas fuerzas que le dejaban el agotamiento: están adentro del bolsillo del gamulán, en el placard, con la ropa de invierno.

Y efectivamente, ahí habían estado siempre. Claro que cuando mirábamos a nuestro alrededor, mi casa parecía Siria en estos momentos (febrero de 2016), las imágenes que no muestran tanto.

Pero dejando a mi madre a un lado: no sé cómo puedo ser tan inútil, y más que al trámite en sí, me odio a mí misma, para con 48 años además de ser tan inservible para esto, que me afecte de este modo. Que me angustie saber que tengo que hacerlo, que no pueda tomármelo como algo más de esta perra vida que tantas trabas tiene para todo. Después de todo, no estoy tramitando un medicamento oncológico, ni una silla de ruedas siquiera. Y vuelvo a odiarme, por estúpida.

Fui a la Universidad, me digo, hice el ciclo básico en 1985 (primer año de implementación, era un desastre de desorganización), escribí libros, tengo tres hijas, la última la tuve a los 44 años!, dos cesáreas, un divorcio (me acuerdo lo que fue ese trámite!), fui Directora de Niñez de un Municipio, me enfrenté a jueces y asesores, NO PUEDE SER QUE SUFRA DE ESTA MANERA.
Sí, sí, lo juro, sufro, sufro terriblemente. Llego al lugar, me hacen una pregunta que temo no saber, que ni siquiera sé que no sé y sufro. Una vez que termino al fin el trámite, creo que voy a respirar de nuevo, que la felicidad me espera, y pienso que no voy a olvidar que no era para tanto, que al fin lo hice, que la próxima vez recordaré tal y tal artimaña que me ayudó esta vez para cumplimentar la cuestión. Pero no es cierto, ni me espera la felicidad, ni me acuerdo de nada (ni siquiera me acuerdo dónde guardo las cosas), ni me tranquilizo la vez siguiente que un trámite me espera.
Ni quiero pensar lo que será cuando deba jubilarme, y eso que voy guardando los papeles de la caja a la que aporto, los recibos de sueldo que he tenido, pienso que a esa altura voy a estar más vieja y más olvidadiza y más torpe y además me van a doler más los huesos para hacer cola parada.
Compadezco a mis hijas, quienes tendrán que ayudarme a hacer trámites, quizá los hagan por mí, y lleven a su ancianita madre a firmar.
Ojalá yo no esté tan chota como para no darme cuenta de que soy una molestia, y pueda recompensarlas de alguna manera, no sé, invitándolas a comer, viendo una película vieja las tres y riéndonos. Sí, sí, así nos imagino.
Con pocos trámites por favor.


Patricia Saccomano
 

4 comentarios :

  1. Le entendés a Robert de Niro? Sabés más inglés que yo!!! ja, ja!!! Respecto de los trámites y el sufrimiento que te provocan, son los genes. Nada más

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  2. Sí, si no me esfuerzo y me dejo llevar... le entiendo, algo quedó en el inconciente! jajajaa
    gracias"! besos

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  3. Hola Patricia, lei tu escrito.. muy claro!! Me gusto! tramites... benditos tramites!
    Me cuesta pensar que a alguien le guste, sobre todo en una sociedad tan desordenada como esta..
    Pero paradojalmente son parte de una necesidad y del orden..
    me identifico con vos.. un lio, un enredo,un...a unos les resulta mas simple..otros como yo: todo se enreda..
    Pero "siempre dese algun lugar todo se encausa".

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  4. Gracias Nora, sí, con los años uno aprende que es mejor enfrentarlos, hacerlos, buscar ese orden para evitar...no sé bien qué, pero por lo menos eso que si no, queda pendiente, y molesta, como una piedrita en el zapato.
    Gracias por tus palabras y por leer el blog!

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